MADRE, VUELVE A NOSOTROS TUS OJOS MISERICORDIOSOS
El nombre de Madre de las Misericordias realmente digno y bello quedó para la memoria de todo el pueblo fiel que peregrina. “Si ha habido jamás un título o denominación con el que el pueblo Cristiano haya invocado a María con mayor propiedad, como Madre
Amabilísima de Cristo y Madre Protectora de Todos los fieles, tal es sin duda el que se manifiesta en la significativa advocación de “Madre de las Misericordias”. En efecto el
sagrado pueblo de Cristo, aunque fue redimido por el adorable Hijo de Dios y es fortalecido por su gracia, en este viaje terreno hacia la Patria Inmortal y Feliz, se ve cercado de tan múltiples peligros, presionado por tan turbulentas desgracias y asechado
por tal abismo de males que no puede fácilmente carecer de una madre llena de Misericordia” (Pablo VI). El 22 de febrero de 1985, la Santa Sede aprobó el rango litúrgico de solemnidad para la fiesta de la Virgen de las Misericordias.
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LAS MISERICORDIAS
(Monseñor Miguel Ángel Builes)
¡Dios te salve Señora, Reina y Madre de las Misericordias! Te saludo con el Ángel peregrino del cielo, yo infeliz pecador, peregrino del mundo. Soy un miserable caminante que vengo de lejos, cargado de pecados y con el alma adolorida por lo mucho que he ofendido a tu divino Hijo y a mis hermanos.
En mi equipaje de peregrino hay muchos vacíos y no pude empacar “traídos” por mi pobreza, lo quiero llenar de amor para mi regreso: Amor del tuyo cuando en el “Hágase” te consagraste toda, amor del tuyo cuando humilde y pobre diste a luz al Redentor de mis pecados, amor del tuyo en el hogar humilde de Nazaret donde amasaste el pan de la pobreza, amor del tuyo cuando adolorida nos recibes “Hijos” y te constituiste “Madre” y Madre de Misericordia; amor del tuyo cuando encontraste al Hijo Resucitado del sepulcro…
Lléname, Señora, del amor perdonador de tu Hijo para regresar a los míos cantando alegre el “Aleluya” del perdón y de la paz. Traigo solo penas y amarguras. En mi casa y en mi pueblo hay dolor, hay pobreza, hay orfandad, hay enfermedad y, descaradamente, hay pecado. Allá también se destrozan unos a otros por la violencia que azota nuestros campos. Por todo, Señora, yo vengo arrepentido a pedirle a tu Hijo el perdón de mis pecados.Ante tu altar coloco las flores de mi pobre amor y enciendo para siempre la lámpara de mi fe. Consígueme, Señora, de tu Hijo la bendición perdonadora y regálame la dulzura de tu imagen para caminar seguro por la peregrinación al cielo. Amén.
CENTELLAZOS