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ESPÍRITU DE LA COMUNIDAD

ESPÍRITU DE LA COMUNIDAD

COHESIONADAS EN UN MISMO ESPÍRITU

 "Solo deseamos que cada uno de ustedes dé hasta el final muestras del mismo entusiasmo en orden a la plena realización  de su esperanza de modo que, en lugar de descuidarse, sigan el ejemplo de aquellos que, por su fe y perseverancia, son ya herederos de las promesas divinas" Hb 6, 11-12

La Congregación ha de caracterizarse por un estilo propio, un espíritu de Penitencia, Sencillez  y Alegría inspirado en el Evangelio y las enseñanzas del Fundador. De esto modo, una Hija de la Misericordia, asume como medio de crecimiento la mortificación o penitencia vivicante en orden a la continua conversión de vida; abraza una vida sencilla, sin doblez, inspirada en la infancia espiritual o confianza absoluta en la Divina Providencia frente al combate espiritual cotidiano, el fruto de esa ascesis  en su proyecto de vida, se percibe en una vida gozosa, alegre, fruto del amor y entrega total al Amado.

ESPÍRITU DE NUESTRAS FUNDADORAS

 

Un 11 de octubre de 1951, 10 jóvenes llamadas una a una en diversos lugares de la  patria por el Dueño y Señor de la historia, se aprestaron a reunirse con Monseñor Miguel Ángel Builes, Fundador. Fue un grupo de jóvenes valientes, decididas y generosas que oyeron el “Ven y sígueme” del Maestro y sin arredrarse ante las dificultades del camino, las angustias y dudas de todo comienzo, se hicieron presentes en Santa Rosa de Osos.

Hasta sus casas y hasta sus corazones, llegó el eco de las palabras de Jesús “Todo aquel que dejare padre, madre, hermanos, campos y heredades por amor de mí y del Evangelio, recibirá en esta vida el ciento por uno y la vida eterna en el otro” Marcos 10,29  Por eso llegaron a constituirse con Monseñor Builes en fundadoras de una obra cimentada en la fe que mueve montañas, en la esperanza que sabe muy bien “de quien se ha fiado”, en la oración confiada y ferviente en la amorosa providencia del Padre Dios, que cuida hasta de las aves del campo y en la intercesión poderosa de María, Madre y Señora de la Misericordia.

A eso habéis venido, les dijo Monseñor Builes en el discurso de fundación “a constituiros en basílica humano-divina, crepitante de fe, plena de esperanza, capaz de amar de veras”. Nuestra Congregación es el fruto de la oración del Fundador, de su fe y de su esperanza genuina, de la respuesta llena de amor, a una necesidad de la Iglesia como es la catequesis”. Así lo dijo en el mismo discurso: ”enseñad a Jesucristo, enseñad el catecismo en vuestras escuelas y colegios, en las parroquias, en los barrios de las ciudades, en los campos... enseñad a Jesucristo”.


El diario de la Congregación se abre así: “El día 8 a eso de las 2:00 p.m en la Casa Madre de las Teresitas Activas, que nos esperaban con cariño fraternal, nos conocimos y saludamos llenas de gozo, cinco de las que por la misericordia del Buen Jesús y de nuestra tierna Madre fuimos llamadas a fundar la nueva Congregación de Monseñor Miguel Ángel Builes. Imposible describir nuestra alegría” “Esa misma tarde con la Madre Bienvenida de Santa Teresita- Susana María De León Martínez- con todo acierto designada como superiora y la hermana San Elías de Santa Teresita, nos trasladamos a la casa que sería la Casa Madre de la nueva Congregación- el antiguo seminario conciliar- Monseñor Builes con anterioridad la había hecho reparar y la Madre Eucaristía, Superiora General de las Teresitas activas había enviado durante un mes un grupo de postulantes acompañadas de la Madre Bienvenida que trabajaron incansables en pinturas de cielos y celdas que en número de 13 tenían perfectamente preparadas” Adecuaron la casa para presentarla amable y acogedora.

“Qué sorpresa, leemos en el diario, encontrar no una casa vacía como era de esperar siendo las primeras en llegar, sino una casa dotada por el celo cariñoso de nuestro amadísimo Padre Fundador. Después de bendecir y dar gracias a Dios por tantos beneficios, nos retiramos a descansar en las celdas con tanto cariño preparadas”

Al día siguiente por la tarde llegaron las señoritas Ana María Ramos, Mercedes Romero, Margarita Castaño y Leonor Agudelo. Con las señoritas Ana Delina Yánez, Susana Mendoza, Eufrasia Padilla, Isabel Madera y Resfa Medina llegadas desde el primer día se completaron nueve. ¡A cuál de todas más feliz! En las horas de la tarde del día 10 llegó la señorita Elvira López completando así el número de 10 con el que se iniciaría la nueva Congregación, nacida al amparo de María Madre de Misericordia.

¡Octubre 11! Día de inefables delicias entre este grupo de 10 jóvenes y el Divino Señor que desde ese día quedaría en el Sagrario, en la capilla, en la casa toda, para ser padre, hermano, amigo, esposo de todas y cada una de estas jóvenes y de todas las demás que en el transcurso de los años y siguiendo las huellas de estas primeras Hijas de la Misericordia, vendrán a postrarse a sus pies y proclamarlo Señor y Dueño de sus vidas.

Nos contaron que Monseñor Builes al llegar al convento tocó la campana llamando a fiesta y él mismo encendió la lámpara del sagrario inaugurando así este nuevo Tabernáculo del Señor que ese día, él, después de súplicas fervorosas buscando siempre la gloria de Dios, abría en la meseta santarrosana para gloria de Dios y bien de la Iglesia.

Eran las 2 p. m., inicia la ceremonia de inauguración de la Comunidad. Un magistral sermón de Monseñor Builes en el que esbozó de manera clara y sencilla las finalidades de la Congregación haciendo énfasis en la santidad como meta que deberían alcanzar todos los miembros de su naciente obra y de la catequesis como finalidad especial de la comunidad. Se terminó con la bendición con la Divina Majestad y reserva en el Sagrario que Jesús escogía como suyo para ser siempre el gran Artífice de las Hijas de la Misericordia.

La Congregación quedó organizada así: Superiora, Madre Bienvenida de Santa Teresita- Madre Susana María De León Martínez- Otras tres religiosas Teresitas la acompañarían en su labor de formación de las aspirantes hasta llevarlas a la primera profesión. Estas fueron: Hermana San Elías, Hermana Georgina y Hermana Clemencia. Capellán el Padre Marcos Gelves, sacerdote eudista que fue decidido bienhechor de la obra. No podemos pasar por alto la presencia actuante de la comunidad de los sacerdotes eudistas en la formación de muchas generaciones de nuestra comunidad. Fueron capellanes incansables y desde la cátedra sagrada, el confesionario, las orientaciones y conferencias que se les solicitaban, ofrecieron a la comunidad invaluables servicios.

GRAN BIENHECHORALa Madre Eucaristía de Santa Teresita fue hermana y madre de la comunidad porque nos ayudó en todos los campos, formas y maneras. Su más grande ayuda fue dándonos a la Madre Bienvenida de Santa Teresita, maestra de novicias de su comunidad en ese entonces, para ser gestora y madre de la naciente obra. ¡Con cuánta alegría y gratitud recordamos a la Madre Bienvenida! Suave y fuerte, cariñosa y vigilante, presente para solucionar las necesidades de cualquier orden, atenta a sembrar en cada una de las hermanas las semillas que fructificaran, simiente que germinara abundante. Bases sólidas que no cedieran ante las dificultades que vendrían necesariamente a caldear las almas y a fraguar el oro puro en el amor de Dios. Afrontó como la mujer fuerte del Evangelio, las dificultades inherentes a una obra de esta magnitud.

Recibió en medio de acerbo dolor pero intrépida y aceptando la voluntad divina, la muerte de la hermana Ana Delina Yáñez aspirante que había llegado la primera para la fundación de la Comunidad. Un árbol que cortaban en el huerto adyacente al convento cayó arrastrando otros árboles y ella viendo el peligro en que estaban otras dos hermanas corrió a ayudarlas, pero no pudo escapar a la furia del árbol que con sus ramas le segó la vida. El dolor de la Madre fue inmenso, pero supo aceptarlo y mirar en él caminos de Dios, que así no se comprendan siempre son para nuestro provecho. Bien sabía ella, lo que nos enseña San Pablo “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de lo que le aman” Romanos 8, 28  y aceptó ese dolor sabiendo que la Misericordia Divina lo convertiría en fuente de gracias para la nueva Congregación, que ella amaba con ternura y dilección de madre. Nos acompañó durante cuatro años y medio y regresó a su comunidad, cuando ya eran profesas las primeras seis religiosas, se había conseguido el Nihil Obstat y Roma había ordenado la creación del primer Consejo General de la Congregación. Desde allí siguió atenta y presente sufriendo y gozando con todo lo nuestro.

El día 29 de julio de 1997 voló a las mansiones eternas, fecunda en obras realizadas para la mayor gloria de Dios, cargada de méritos ante los ojos de Dios y de los hombres, se unió a los coros celestiales para cantar con ellos las grandezas del Señor.

+Madre Isaí Peñaranda Y. Ex- Superiora Gral. 2001

 

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