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ESPIRITUALIDAD DEL FUNDADOR | Hijas de la Misericordia

ESPIRITUALIDAD DEL FUNDADOR

Fundador-Fundadoras
Venerable Miguel Ángel Builes, dos Misioneras de Santa Teresita y las Jóvenes Fundadoras

HIJAS DE NUESTRA SEÑORA DE LAS MISERICORDIAS, III FUNDACIÓN MAB

“EN ESTA HORA DE AMOR,Somos Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias" 

Fue en una “hora de amor” que se consumó el milagro de las misericordias de María con sus Hijas de la Misericordia, el día señalado de la Maternidad Divina en 1951 y desde entonces, hora tras hora el amor de Dios teje la historia que nos hace vibrar de emoción porque en un:

  • 11 de abril de 1952 inician las primeras postulantes
  • 11 de octubre de 1952 se inician las primeras novicias y se dá el Decreto Diocesano de erección
  • 11 de octubre de 1954 profesan las primeras hermanas
  • 8 de septiembre de 1954 se nos da el Nihil Obstat
  • 28 de diciembre de 1954 se aprobación las Constituciones
  • 19 de marzo de 1955 hacen las primeras hermanas sus votos perpetuos y se organiza el primer Gobierno General.
  • 8 de diciembre de 1982, nos llega la Aprobación Pontificia
  • 7 de junio de 1987 nos llega la aprobación de las Constituciones Renovadas.

¡MARÍA, OS AYUDARÁ EN ESTE IDEAL!

Mantened viva la llama votiva del amor y devoción a María

 

“La queridísima Madre de las Misericordias lo ha ido llevando todo de una manera casi milagrosa hasta este instante”.

“En una hora de amor...” es la expresión inicial de nuestro Venerable Fundador, aquel 11 de octubre de 1951. ¡Lo que sucedió en esa hora de amor! ¿Es posible que se repita? ¿Podemos revivir esa hora de amor, aunque hayan pasado tantos años? Sí. No hay lugar a dudas. Hermanas, reavivemos ese tiempo de amor, haciendo que esa hora amor sea nuestro hoy en el gozo pleno de ser Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias. Cada instante de nuestra vida, será nuestra hora de amor que viviremos como experiencia de plenitud al sentirnos agraciadas incondicionalmente por el amor de Dios y al mismo tiempo de reconocimiento humilde de nuestra infidelidad a su designio amoroso.

El 11 de octubre de 1951, la Comunidad de Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias, inicia a contar sus Horas de Amor:

“En una hora de amor...” Por el espíritu de penitencia y la virtud de la pobreza nos esforzamos por comprendernos, aceptarnos, perdonarnos, tolerarnos y respetarnos superando toda división con una actitud abierta de corresponsabilidad y madurez. Plenas de esperanza, tendremos una mirada confiada en el horizonte fundacional para vivir en estado de conmoción vocacional que nos haga cultivar la propia vocación, la vocación de las hermanas y de otras jóvenes que se sienten atraídas por el proyecto en el seguimiento de Cristo. Plenas de esperanza para erradicar el conformismo pesimista de creer que, así como estamos es bueno y quedarnos tranquilas justificando que hacemos muchos esfuerzos y es suficiente.

“En una hora de amor...” Por el espíritu de alegría y la virtud de la castidad hemos de sentirnos más hermanas, necesitadas unas de otras, de aceptar las propias limitaciones, de saber contemplar a través de la escucha, el silencio y la comunicación las maravillas que Dios en su inmenso amor obra en cada persona. Capaces de amar de veras, como respuesta al amor de Dios que nos es dado gratuitamente, sentirnos impulsadas a pagar al amor con amor, en todo tiempo y en todo lugar. Capaces de amar de veras para derribar la indiferencia que adormece la conciencia y empobrece por una superficial espiritualidad, encajonada en la rutina de lo que se cumple todos los días, pero carente de la auténtica y profunda experiencia de Dios.

“En una hora de amor...” Por el espíritu de sencillez y la virtud de la obediencia hacemos todo lo posible por construir una comunidad fraterna donde se evidencie el amor misericordioso de Dios en las relaciones interpersonales en lo cotidiano y en el encuentro de oración y así apostar todas al tejido de la comunión por la valoración entre generaciones y culturas. Y con fe crepitante para asumir el envío en misión, con entrega responsable a precio de cruz, sin protagonismos; con plena certeza de lo que significa ejercer la mayor misericordia enseñando a Jesucristo sin límites de tiempo ni de fronteras. Crepitantes de fe, precisamente para ser plenas de esperanza y capaces de amar de veras.

Cf.  Madre Yolanda Salas P. Carta 8, 18. 

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