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COMUNIDAD PARTICIPATIVA | Hijas de la Misericordia

COMUNIDAD PARTICIPATIVA

"Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno." He 2, 44-45


Gobierno General, Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias
Al centro la Madre Yolanda, Animadora General, de Izquierda a derecha: Hna. Ana Diela Jimenez, Socorro Arboleda, Sandra Mirella Puetate y Luz Dary Gonzáles, Consejeras

TALENTOS Y BIENES, HILOS QUE TEJEN FRATERNIDAD

Es justo y bueno relacionar siempre el servicio de la administración de bienes materiales en comunidad y para la comunidad con las obras de misericordia corporales. En el Catecismo de la Iglesia Católica leemos: “Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades espirituales y corporales. Las obras de misericordia corporales son también los principales testimonios de la caridad fraterna y una práctica de la justicia que agrada a Dios”.

Por tanto es necesario tener en cuenta que la administración de bienes temporales en la comunidad al servicio de la comunidad debe ser:Evangélica: porque los bienes materiales se deben usar sólo como medios y en la medida en que ellos sirvan para obtener el fin propio del Instituto, en definitiva, aquello a lo que han sido llamados sus miembros.Prudente: los asuntos económicos, aunque parezcan sencillos,  encierran a veces dificultades tanto teóricas como prácticas y exigen gran responsabilidad. Principalmente las hermanas ecónomas y las que administran bienes al servicio de la misión en parroquias, diócesis o centros de educación y promoción de la dignidad humana; deben ser conscientes de su servicio, la prudencia exige que en los asuntos económicos, administrativos o fiscales no se salgan de sus atribuciones, actúen con los debidos permisos y consulten a personas conocedoras de los adecuados procedimientos.Sabia: no basta que la administración de bienes materiales sea prudente, ha de ser también sabia.

En este sentido nunca es tiempo perdido el dedicado a la auto formación permanente en los asuntos pertinentes a la administración de bienes.Fraterna: partiendo del hecho de que la administración es un servicio necesario para la comunidad, las hermanas que han sido elegidas para realizarlo, estén atentas a las necesidades de sus hermanas, siempre dentro de los límites de la pobreza y de la tradición de la comunidad. Sin restricciones, sin creerse dueñas de nada y siendo especialmente atentas a las necesidades de las hermanas.

En ningún caso hacerse juez para sus hermanas. Que el manejo del dinero y la aplicación de las normas no rompa la comunión sino que sirva para la edificación constante de la comunidad. Corresponsable y transparente: la transparencia supone ofrecer la suficiente información como para que todas se sientan corresponsables, por naturaleza pertenece a todas  la situación económica de la comunidad. Es imposible que alguien pueda sentirse responsable de algo que desconoce. Por tanto siempre ha de considerarse necesario compartir con todas las hermanas el informe mensual de cuentas, incluso analizar el movimiento y presentar propuestas tendientes a mejorar el manejo de los dineros en forma transparente.Eficiente: se entiende eficiente en el sentido de realizar una buena gestión económica, capaz de utilizar bien los recursos, de distribuirlos bien entre las necesidades y proyectos apostólicos de la comunidad.

La elaboración del presupuesto es uno de los medios más acertados para la consecución de la necesaria eficiencia. En su elaboración se detallan las necesidades específicas, los recursos con que se cuenta y su justa distribución. Facilita también el ejercicio de la corresponsabilidad. Vale la pena tener presente los consejos que al respecto recibimos de nuestro Fundador: “Por fin, orden, aseo, tener lo necesario pero con economía y espíritu de pobreza, acordarse de que tienen que ayudar económicamente a las postulantes y novicias, cuidar de todos los bienes y de los dineros de la casa, procurando eso sí lo que es necesario a las Hermanas, pero no más”.  Diciembre 27 de 1948.

Conviene ser cuidadosas en la administración de bienes materiales haciendo los esfuerzos necesarios para ejercer la misericordia; uno de los fundamentos de la espiritualidad de comunión es la administración de bienes bajo los principios de misericordia, fraternidad y gratuidad, si hemos decidido vivir dicha espiritualidad nos compromete, a todas en una administración de bienes para el BIEN COMÚN, buscando tener un solo corazón y una sola alma.

BIEN COMÚN, FRUTO DE LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN 

El Instituto como una Comunidad participativa, busca el bien común, pues, corresponde a cuanto nos pide el Evangelio acerca del "amor mutuo" y de la opción preferencial por los pobres. El bien común a partir de la fe y procurado en nombre de ella, como Iglesia, consiste en la realización de las personas de acuerdo con su dignidad de hijos de Dios, de hermanos en Cristo, de Cuerpo de Cristo, a partir de los más débiles. 

La espiritualidad de comunión inspirada en la Iglesia viva como "misterio y sacramento", realidad espiritual y visible, comunidad de fe, esperanza y caridad, no busca el crecimiento institucional sino la orientación de todo lo institucional a la realización más acabada del "misterio", el de la Iglesia como "sacramento de la unidad del mundo" (Cf. LG l). Querer vivir a partir de los más pobres y débiles es un compromiso fundamental de la espiritualidad de comunión. Se trata de discernir y elegir aquello que ayuda a las personas, grupos e instituciones eclesiales a crecer en el cuerpo que es la Iglesia y al mismo tiempo como Iglesia y para su edificación en la unidad, la que Cristo ha querido para la conversión del mundo (cfr Jn 17). 


LA GLOBALIDAD

La primera exigencia para edificar el bien común es la de tener conciencia de que todos los seres humanos, por tanto los de la congregación, pertenecernos al mismo tiempo a diversas comunidades: familia, barrio, comunidad eclesial, ciudad, diócesis, nación, continente, Iglesia católica y cristiana, mundo. Esta pertenencia simultánea a realidades diversas nos indica un primer criterio moral y de acción, como lo expresa el mismo Vaticano II: “Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener en cuenta el bien común de toda la familia humana” (GS 26). No basta que una cosa sea buena en sí misma para que sirva al bien común sino que debe expresar aquella caridad por la que mientras se sirve a algo inmediato y delimitado, se está sirviendo al mismo tiempo al bien universal de la Iglesia y del mundo. 

Esto exige, a su vez, superar todas las visiones parciales y limitadas para acercarnos a una visión global cada vez más amplia y profunda de la realidad: en su complejidad, en la interconexión e interdependencia de sus diversas partes, en su organicidad dinámica. Esto, en una Sociedad donde la formación y la vida se realiza en "compartimientos estancos", constituye un cambio radical de mentalidad, un esfuerzo solidario. 

LA DISPONIBILIDAD

La visión global, para ser sincera y responder a una voluntad efectiva, debe ir unida a la disponibilidad por superar toda forma de enclaustramiento egoísta -personal o comunitaria-, sectarismo, nacionalismo, racismo; disponibilidad a integrarse con quienes honesta y legítimamente buscan, quieren y tratan de realizar el bien común; disponi­bilidad a asumir métodos e instrumentos que facilitan el discernimiento, elección y realización del bien común. He aquí un segundo criterio moral y de acción que amplía el de los romanos: “el bien universal de la humanidad es la suprema ley"; desde la fe dicha disponibilidad consiste, tal como nos aconseja Jesús, en ofrecerse y ofrecer lo propio por el bien de los otros: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16,24). Hacer de esto el criterio moral determinante de nuestras relaciones sociales, fraternas y eclesiales es hacer una revolución que abarca todas las dimensiones de la vida social. 

Se trata de renunciar a todo lo que puede dividir, parcializar, dispersar, aislar para concentrar las propias energías personales, de grupo o institución allí donde estamos para que, en lo concreto y delimitado, demos una respuesta coherente para el mayor bien de la Iglesia de la Congregación y del mundo. En este esfuerzo por la realización plena de los demás mediante el don de sí, consiste la propia realización como personas y miembros de la Comunidad. Es en esta lógica y actitud pascual que adquiere sentido pleno cuanto Cristo nos ha dicho "el que pierda su vida por mí, la encontrará" (Mt 10,39). Es la lógica de la cruz, camino a la resurrección. 

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