COMUNIDAD CREPITANTE DE FE
El don de la comunión y de la comunidad. La comunidad religiosa es un don del Espíritu, antes de ser una construcción humana. Efectivamente, la comunidad religiosa tiene su origen en el amor de Dios difundido en los corazones por medio del Espíritu, y por él se construye como una verdadera familia unida en el nombre del Señor.
Por tanto, no se puede comprender la comunidad religiosa sin partir del “Ser don de Dios”, misterio que hunde sus raíces en el corazón mismo de la Trinidad Santa y santificadora, que la quiere como parte del misterio de la Iglesia para la vida del mundo. “Creando el ser humano a su imagen y semejanza, Dios lo ha creado para la comunión. El Dios creador que se ha revelado como Amor, como Trinidad y comunión, ha llamado al hombre a entrar en íntima relación con Él y a la comunión interpersonal, es decir, a la fraternidad universal”. (documento Vida Fraterna en Comunidad No. 8 y 9).
Llamadas a ser Comunidad de Vida, Escuela y Taller de Comunión. ¡En esto reconocerán que son mis discípulos, porque se aman unos a otros! El Amor y la Misericordia fraternizan y hacen creíble el anuncio del Reino. Desde el amor y la Misericordia es posible salir de sí para compartir nuestros dones: comunitariedad, solidaridad, justicia y esperanza.
Por tanto la vida fraterna de las Hijas de Nuestra Señora de las Misericordias, como la de todo cristiano“tiene su origen y modelo en la vida Trinitaria que nos convoca a vivir en comunión como una familia peculiar; enraizada y fundamentada en la misericordia, de tal manera que sea ayuda en la realizacion de la vocación y signo de reconcilaición universal en Cristo” (Canón 602 y Constituciones 27).
La comunidad de fe se fortalece por: Cf Hechos 2, 42-47; 4, 32-37.
- La escucha atenta y asidua de la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia
- La unión fraterna, en el partir el pan y en las oraciones
- Vivir unidos y tener todo en común
- No tener propiedades, ni poseer nada propio, todo a disposición de los demás
- Acudir con perseverancia a los encuentros comunitarios
- Compartir el pan y comer juntos con alegría y sencillez de corazón
- Alabar a Dios y gozar del favor o simpatía de todo el pueblo
- Dar testimonio con firmeza de la Resurrección del Señor Jesús
La vida fraterna en comunidad está cimentada en la virtud teologal de la Fe de ahí que toda Hija de la Misericordia vive la experiencia de FE en comunidad y una “FE CREPITANTE” como lo dijera el Fundador. (Discurso fundación).
“Basta que una sola se desconecte de esa cadena de amor que debe unirlas
para que Dios se aleje y las obras perezcan”. PF
COMUNIDAD CAPAZ DE AMAR
Esta es la más alta vocación del ser humano: entrar en comunión con Dios y con los otros, sus hermanos. Este designio de Dios quedó comprometido por el pecado, que rompió todas las relaciones: entre el género humano y Dios, entre el hombre y la mujer, entre hermano y hermano, entre los pueblos, entre la humanidad y la creación. Por su gran amor, el Padre envió a su Hijo para que, como nuevo Adán, reconstruyera y llevara toda la creación a la unidad perfecta. Viniendo a nosotros, constituyó el comienzo del nuevo pueblo de Dios, llamando en torno a sí a los apóstoles y discípulos, hombres y mujeres, como parábola viviente de la familia humana congregada en la unidad del AMOR.
- Les anunció la fraternidad universal en el Padre, el cual nos ha hecho familiares suyos, sus hijos y hermanos entre nosotros.
- Así enseñó la igualdad en la fraternidad y la reconciliación en el perdón.
- Cambió totalmente las relaciones de poder y de dominio, dando Él mismo ejemplo de cómo se ha de servir y ponerse en el último lugar.
- Durante la última cena, les dio el mandamiento nuevo del amor recíproco: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así os améis también los unos a los otros» (Jn 13,34; cf 15,12);
- Instituyó la Eucaristía que alimenta el amor mutuo haciéndonos comulgar el único pan y el único cáliz.
La ALEGRIA de la vida fraterna en comunidad ofrece otro elemento calificativo de la fidelidad y la perseverancia: “la alegría. Un criterio fundamental de la calidad de la vida fraterna se identifica en el «testimonio de alegría» de toda la fraternidad. Esta alegría es fruto del Espíritu y abarca la sencillez de la existencia, el tejido banal de lo cotidiano. La alegría nace de la gratuidad de un encuentro [...] La alegría del encuentro con El y de su llamada que lleva a no encerrarse, sino a abrirse; lleva al servicio a la Iglesia”. (Doc. El don de la Fidelidad y la Alegría de la Perseverancia No. 42)
El Fin de la Congregación y por inspiración de Dios en el Fundador es:
“Amar a Dios
- Sí, para glorificar a Dios por su grandeza, por sus perfecciones infinitas, por su misericordia.
- Para amar a Dios devolviéndole amor por amor. Vuestra vocación es el amor, vuestra misión es amar a Dios, ya que El os amó primero.
- Y, oh misterio de amor de vuestra Madre de las Misericordias… Ella ha querido que se le fabrique una Basílica humana, viviente, “CAPAZ DE AMAR DE VERAS”.
Amar al prójimo.
- Amar igualmente las almas y laborar en su salvación. Vuestra misión de correspondencia al amor que os tiene Jesús, es ésta: cristificar cuanto os rodea, cristificar las almas de los infieles y pecadores”
- La comunidad de amor, corresponde a tanto amor: viviendo la entrega total en pobreza, castidad y obediencia, con vuestro pobrecito pero sincero amor” (Discurso de fundación).
En la Alocución No. 3 de 1954, nuestro fundador deja plasmado todo un legado concreto sobre lo que es el “Amor, el porqué de nuestra entrega al Amor y cómo ha de ser ese amor: Afectivo, Efectivo, Continuo y perseverante, sobre todas las cosas, un amor que perfecciona, purifica y nos hace partícipes de los bienes eternos, un amor que facilita el servicio de Dios “entregaos pues sin demora al Amor que es Cristo”.
COMUNIDAD PLENA DE ESPERANZA
“PLENAS DE ESPERANZA”. Así caracterizó el padre fundador a las Hijas de la Misericordia.
Tendemos la mirada al futuro con lucidez, con inquietud y también con esperanza en Dios, que realiza sus designios por caminos insospechados. La mirada hacia el futuro, desde nuestra situación actual, debe impulsarnos a redescubrir más hondamente el sentido genuino de la vida religiosa. Arraigar de nuevo nuestra identidad más honda, es fortalecer la esperanza.
Identidad y futuro de la vida religiosa son inseparables en el designio de Dios, esto es vivir en la esperanza. Lo decisivo no es el éxito sino la fe que se prolonga en la esperanza en Dios, la realidad del amor, el seguimiento de Jesús, la paciencia en las pruebas, la llamada a lo Único necesario, la esperanza hasta el final.
Alegres en la esperanza. Es la exigencia que el Resucitado nos está pidiendo en el mundo de hoy, en la forma concreta de evangelizarlo. Un mundo deshecho que tiene que ser rehecho en la alegría del amor; un mundo estancado, pesimista, que ha de ser reestablecido en la seguridad creativa de la esperanza. ¿Cuál es nuestra misión específica hoy en la Iglesia?
- Expresar la Iglesia de la Pascua es engendrar la esperanza, gritar al mundo: ¡Sí, Cristo resucitó abriendo un camino de resurrección para nosotros!
- Comunicar la alegría. Ser alegres en la esperanza. Humanamente no siempre es mañana de resurrección para nosotros; hay muchas tardes de crucifixión, de viernes santo, tal vez la mayor parte.
- Dejarnos invadir por el Espíritu de la Pascua para ser felices, para contagiar a los demás la esperanza.
- Testigos de la alegría y de la esperanza. Testificando el Reino definitivo.
- Vivir en la alegría del amor, que conduce a la esperanza. Nuestra vida consagrada es testimonio de esperanza cierta, alegría y felicidad desde las Bienaventuranzas de Jesús. ( Mateo 5, 3-12)
Los motivos de nuestra esperanza: la del peregrino que sabe que va llegando a ver el rostro de Dios. Vamos caminando; por eso es la alegría de la esperanza. La esperanza es el camino, no podemos instalarnos en este mundo. Tenemos que descubrir la belleza de la creación, de la historia, el bien de los hombres y cantar el magnificat con María por tantas cosas buenas y gratuitas. La esperanza necesita de la comunión. Uno solo sería incapaz de esperar. La comunión con el Cristo pascual que vive en nosotros, es también comunión con nuestros hermanos.
Por tanto la Vida consagrada es signo de esperanza: (Doc. El don de la Fidelidad y la Alegría de la Perseverancia Nos. 35- 50)
- Cuando vive el Don de la Fidelidad y la alegría de la perseverancia
- Siendo conscientes que la fidelidad vive del encuentro
- Perseverando en la fidelidad
- En el Amor total y exclusivo
- Aprendiendo de María, la mujer de la esperanza
- Asumiendo un Itinerario de fidelidad creciente
- Perseverando en el camino de santidad
- Cuando la vida fraterna se convierte en espacio de la perseverancia
- Siendo corresponsables de la fidelidad de los otros
- Fidelidad y Perseverantes en la oración
- Testimoniando la alegría de la perseverancia
- Trabajando juntos por un diálogo en discernimiento compartido
COMUNIDAD QUE EJERCE MISERICORDIA
“Vayan y aprendan qué significa: Misericordia quiero y no sacrificios” (Mateo 9, 13). Jesús el Misericordioso, nos hace a todos la invitación y la llamada a ir a la Escuela de la Misericordia, “Aprender, vivir y enseñar a Jesucristo” es aprender, vivir y enseñar Misericordia”.
San Juan Pablo II en 1980 nos enriquece con la Encíclica sobre la “Misericordia Divina” con los nuevos conceptos de «misericordia» que tiene en el Antiguo Testamento una larga y rica historia. Debemos remontarnos hasta ella para que resplandezca más plenamente la misericordia revelada por Cristo. Al revelarla con sus obras y sus enseñanzas, Él se estaba dirigiendo a hombres, que no sólo conocían el concepto de misericordia, sino que además, en cuanto pueblo de Dios de la Antigua Alianza, habían sacado de su historia una experiencia peculiar de la misericordia de Dios.
Esta experiencia era social y comunitaria, como también individual e interior:
- Dios Padre se ha revelado rico en misericordia»
- Jesucristo es la Encarnación de la misericordia
- Misericordia revelada en la cruz y en la resurrección
- La Madre de la Misericordia la proclama de generación en generación
- La Misericordia de Dios en la misión de la iglesia
Nuestro Fundador Monseñor Miguel Ángel Builes Gómez, intuye y se adelanta al sinnúmero de documentos que ha publicado la Iglesia sobre Misericordia, cuando siente el llamado de Dios a fundar una última Congregación encarnada en la “MISERICORDIA DE DIOS Y DE MARIA”.
La comunidad de vida se esfuerza por vivir y ser el “bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzaran misericordia” Mt. 5, 7. Toda nuestra vida comunitaria y apostólica irradiará la Misericordia sintiéndose en primer lugar necesitado de ella y ansiosa de ofrecer en toda circunstancia la experiencia misericordiosa de una vida plena, aportando los dones, virtudes, talentos y servicios en favor de los demás.
Nuestra identidad camina en coherencia y en profunda unificación del modo de ser: entre el nombre y la finalidad, entre el carisma y la misión, entre espiritualidad y vida comunitaria, porque “LA MISERICORDIA NOS UNIFICA”. Por tanto, hay que leer la historia personal y comunitaria en clave de misericordia.
Nacimos de una experiencia focal y con dos elementos inmodificables e inseparables: “Será una Congregación de Catequistas y se llamaran Hijas de la Misericordia”. (Diario PF, de 1947 y 1950)
Somos una comunidad para “Ejercer la mayor Misericordia” porque:
- Ora, contempla y celebra desde la Palabra que encarna el rostro de la Misericordia
- Congrega, acoge, integra e incluye, tejiendo comunidades fraternas
- Redime y dignifica al ser humano transformándolo en nueva creatura
- Aprende, vive y enseña a otros la Misericordia de Dios y de María
- Construye unidad con todas las personas en clima de sencillez, alegría, sobriedad
- Vive un estilo de vida pobre, libre, sencillo, abnegado en opción por los más vulnerables
- Ama las cultura y la diversidad construyendo relaciones armoniosas
- Integra Laicos, Familias, Bienhechores, Familia MAB con sentido de pertenencia y comunión
- Testimonia la fraternidad en cada Iglesia particular, Pueblo, Nación, Continente.
- Fortalece vínculos de comunión y trascendencia con la memoria de quienes fueron fieles hasta el final
- Evangeliza desde la Pedagogía de la Misericordia que propone Jesús en su Palabra de vida
LA COMUNIDAD DE VIDA SE PROLONGA ETERNAMENTE
La vida fraterna en comunidad sigue después de la muerte, es continuidad de la plenitud en Cristo Jesús. Porque una Comunidad Religiosa ha de ser siempre un cielo anticipado, un gozo sin límites, una gloria sin fin.
Llamamos “Comunidad del Cielo” a las hermanas que formaron parte de nuestra vida y fueron fieles a la invitación de Jesús “Sed santos como el Padre Celestial es Santo” Mateo 5, 48. A las que aprendieron a vivir y anunciar la Misericordia de Dios y de María en cada hermano que se encontraron en su caminar evangelizador.
La comunidad del cielo son las que centraron su ser y quehacer en las Bienaventuranzas:
+ Bienaventuradas las Hijas de la Misericordia, que fueron pobres de espíritu y abrazaron
no solo la pobreza sino que abrazaron a los pobres y de ellas es el Reino de los cielos.
+ Bienaventuradas las Hijas de la Misericordia que lloraron con los que lloraban su suerte
porque ellas compasivas y solidarias recibieron el consuelo en el Reino de Dios.
+ Bienaventuradas las Hijas de la Misericordia que tuvieron sed y hambre de justicia y
repartieron el pan de la catequesis centrada en el amor de Dios, porque han sido
saciadas en el Reino de los cielos
+ Bienaventuradas las que fueron Misericordiosas y fueron fieles a la Identidad del
Evangelio y de la Congregación, porque ejercieron la “mayor misericordia que se puede
ver en el mundo”, pues ahora gozan de la Misericordia del Padre en el cielo.
+ Bienaventuradas las Hijas de la Misericordia que fueron humildes, pacientes que
construyeron paz y fraternidad en sus comunidades porque ahora gozan de la paz
Eterna en el Reino de los cielos.
+ Bienaventuradas las Hijas de la Misericordia que fueron limpias de corazón y fueron un
signo de transparencia y luz en este mundo, porque ahora gozan de viendo a Dios.
La Comunidad de vida debe parecerse al cielo y a ella indudablemente pueden aplicarse aquellas palabras de nuestro Señor: ¡Qué bueno y que agradable es vivir reunidos los hermanos! Pues no es a los hermanos naturales a quienes se refiere, sino a aquellos que por reconocer a un mismo Padre, Dios; un mismo fin, el cielo; un mismo camino, la virtud; y una misma ley, los consejos evangélicos; deben considerarse como verdaderos hermanos y hermanas, procurar con todas sus fuerzas alcanzar y gozar de esa bienaventuranza terrena, precursora de la que nos espera después para siempre en el cielo.
¿Qué ha de hacer una comunidad para ser a semejanza del cielo? Amar, sí “amar de verás” como nos lo dijo el fundador el día de nuestra fundación; en el amor está todo, el amor o sea la caridad, es el vínculo que nos ha de unir según San Pablo, tanto en la tierra como en el cielo. “Amar con intensidad al que os amó primero” porque el cielo es la prolongación del amor fraterno.
“La comunidad fraterna no termina con la muerte porque continuamos unidas a nuestras hermanas que nos precedieron a la Casa del Señor, por eso nos solidarizamos especialmente mediante la Eucaristía, la oración y sufragios establecidos en el Directorio” (Const. No. 32).
CELEBRAMOS ANUALMENTE EL DÍA DE LA COMUNIDAD DEL CIELO 2 DE NOVIEMBRE
COMUNIDAD DEL CIELO