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JESÚS, LA FUENTE

JESÚS, LA FUENTE

QUIEN TENGA SED, QUE VENGA Y BEBA

"Me dijo también: «Hecho está: yo soy el Alfa y la Omega, el Principio  y el Fin; al que tenga sed, yo le daré del manantial del agua de la vida gratis." Apoc 21,

La espiritualidad cristiana se inspira en el Espíritu de Jesucristo. el desarrollo de nuestra se nutre de las palabras y hechos de Jesús, su doctrina, de sus obras de salvación y liberación. Ése es el camino, dejarse inspirar y transformar cada vez más por el Espíritu de Jesús y cambiar este mundo desde la filiación a Jesús.

Después de predicar un tiempo, Jesús llegó a la región de Samaria. Un día, se encontró con una mujer que estaba cerca de un pozo. Dame de beber, le pidió Jesús. Judíos y samaritanos estaban profundamente enemistados, por lo que la petición del Nazareno era extraña, inusual.

¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?, inquirió la mujer. Respondió Jesús: Si supieras quién es el que te ha dicho Dame de beber, sabrías que yo te puedo dar agua viva. Atónita, la mujer replicó: No tienes cubo y el pozo es profundo; ¿cómo es que me vas a dar agua viva?. Jesús insistió: El que beba del agua del pozo volverá a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré jamás tendrá sed y dentro de él se hará una fuente de agua que le impartirá Vida Eterna. Señor –respondió impresionada la samaritana- ¡dame de esa agua, por favor!

El que quiera entrar en el Reino de los Cielos deberá nacer del agua y del Espíritu, afirmó sabiamente el inolvidable ebanista de Nazareth.

Pero no solo yo tengo sed de Dios, también Él tiene sed de mi.  Así nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2560 cuando nos recuerda la añoranza de Dios:

“Si conocieras el don de Dios” (Jn. 4, 10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El (Cf. San Agustín, quaest. 64, 4).

INTERPRETE: Fray Alejandro Tobón OCD

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